miércoles, 19 de agosto de 2009

Incidente entre Héctor Lavoe y El Jefe del Cartel de Medellín Pablo Escobar



El anfitrión de la fiesta apuntó con su revólver a la cabeza de Héctor y amenazó con matarlo si la función no continuaba hasta las seis de la mañana. Los guardaespaldas del hombre levantaron de inmediato sus armas automáticas y rindieron cualquier movimiento de los músicos. Ismael Rivera protestó, Larry Landa había hecho el contrato sólo hasta las dos de la mañana, ellos estaban cansados y ya se había pasado el tiempo.

Los músicos no dieron el brazo a torcer; entonces una orden los sentenció a quedarse sin documentos y a ser encerrados. Era la madrugada del 1° de enero de 1981 y en una pequeña habitación de una finca, en las afueras de Medellín, Colombia, casi se asfixiaban los salseros más prestigiosos del mundo: Ismael Miranda, Vicentito Valdez, Ismael Rivera, Gilberto Colón Jr. y Héctor Lavoe.

Después de un rato de estar encerrados, Lavoe descubrió una pequeña ventana por la que podía salir; lo intentó y se dio cuenta de que daba al exterior de la casa. Con esfuerzo, todos los demás pudieron escapar por la misma ventana. Rápidamente huyeron a través de los matorrales hasta dar con una carretera. Al otro día, un desconocido los visitó en el hotel con un cheque, los pasaportes, unas disculpas y los instrumentos. Así fue la vida del puertorriqueño Héctor Lavoe, una colcha de retazos: pistolas apuntando a su cabeza, sinsabores, alegrías, promesas, heroína, guaracha, mujeres, ron, cocaína y guaguancó. La salsa le enseñó el placer de vivir y también le inventó las circunstancias que acabaron con su vida. “Yo soy aquel que la gente reclama, pero nadie sabe comprender”

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